HISTORIA DE LA FILOSOFÍA - RENÉ DESCARTES
¿Como debe ser un sujeto capaz de acoger la verdad plena? Responde Descartes: no un cuerpo, sí una mente, una substancia no extensa, transparente a su propia mirada, sin recovecos ni honduras. Pero esta nueva realidad la alcanza Descartes mediante la "duda metódica", que inevitablemente lleva a "perder el mundo". La soledad radical (solipsismo) es inaceptable, pero ¿qué hacer para "salir" de la propia mente hacia lo otro (la Naturaleza, las otras personas...). Aquí ya no valdrá la inmanencia como fundamento de la certeza, será Dios el garante de este salto que supone volver al mundo perdido pero imprescindible.
Toda la filosofía moderna se desenvuelve en este nuevo escenario al que nos forzó Descartes: la mente descubriéndose a sí misma y justificando mediante la acción de su propio pensamiento el conocimiento y el ser. Pero todo ello desde la fragilidad: ¿y si los mecanismos de la acción del conocer descansaran más en lo sensorial que en lo racional (Hume), o no fuese posible trascender la propia subjetividad (Kant), o si el sujeto que realmente protagoniza la verdad no fuera el individuo concreto o empírico sino El Ser mismo (Hegel)? Más aún: ¿y si ya no pudiéramos confiar en modo alguno en el garante último del conocimiento, en Dios (Nietzsche)?
La duda de Descartes
nació en su espíritu en vista del método sistemático que dominaba en las escuelas:
fue un grito de revolución contra un gobierno absoluto: «La experiencia enseña
que los que hacen profesión de filósofos son frecuentemente menos sabios y
razonables que los que no se han dedicado nunca a esos estudios.» (Prefacio
de los principios de filosofía.) Estas palabras manifiestan el desdén que
le inspiraban las escuelas; así no es extraño que buscase otro camino. El mismo
nos explica cuál fue. «Como los sentidos —dice— nos engañan algunas veces,
quise suponer que no había nada parecido a lo que ellos nos hacen
imaginar; hay hombres que se engañan raciocinando aun sobre las materias más
sencillas de geometría y hacen paralogismos, juzgando yo que estaba tan sujeto
a errar como ellos, deseché como falsas todas las razones que antes había tomado
por demostraciones; y considerando, en fin, que aun los mismos pensamientos que
tenemos durante la vigilia pueden venirnos en el sueño, sin que entonces
ninguno de ellos sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas
que habían entrado en mi espíritu no encerraban más verdad que las ilusiones de
los sueños.» (Discurso sobre el método, p. IV.)
Por este pasaje se ve que la duda universal de Descartes era una suposición, una ficción; así la llama él mismo, y por consiguiente no una duda verdadera. Lo propio se manifiesta en su respuesta a las objeciones recogidas por el P. Mersenne de boca de varios filósofos y teólogos contra las Meditaciones. «En primer lugar —dice— me recordáis que no de veras, sino por una mera ficción, he desechado las ideas o fantasmas de los cuerpos, etc., etc.» Descartes no rechaza esto, antes lo admite y continúa deshaciendo las dificultades.
Por este pasaje se ve que la duda universal de Descartes era una suposición, una ficción; así la llama él mismo, y por consiguiente no una duda verdadera. Lo propio se manifiesta en su respuesta a las objeciones recogidas por el P. Mersenne de boca de varios filósofos y teólogos contra las Meditaciones. «En primer lugar —dice— me recordáis que no de veras, sino por una mera ficción, he desechado las ideas o fantasmas de los cuerpos, etc., etc.» Descartes no rechaza esto, antes lo admite y continúa deshaciendo las dificultades.
Sea cual
fuere el abuso que posteriormente se haya hecho del método de Descartes
en lo tocante a la religión, debemos confesar que el ilustre filósofo concilió
con espíritu de examen su adhesión al catolicismo. Entre las máximas
fundamentales que adoptó para seguir su carrera sin peligro, figura en primer
lugar la de «conservar constantemente la religión en que por la gracia de Dios
había sido instruido desde la infancia... Después de haberme asegurado de estas
máximas y haberlas puesto aparte con las verdades de la fe, que han sido
siempre las primeras de mi creencia, juzgué que podía deshacerme libremente
del resto de mis opiniones». (Discurso sobre el método, p. III.)
Parece que
la duda de Descartes se reduce a una idea común a todos los métodos; él
mismo lo dice: «Cuando sólo se trata de la contemplación de la verdad, ¿quién
ha dudado jamás de que sea necesario suspender el juicio sobre las cosas
oscuras o que no son distintamente conocidas?» (Respuesta a las objeciones
recogidas por el P. Mersenne.) Sin embargo, no diremos por esto que Descartes no
introdujese en la filosofía un método nuevo: la máxima de que conviene
suspender el juicio cuando todavía no se conoce la verdad era vulgarmente
admitida; y ¿quién pudiera no admitirla? Pero el mal estaba en dejarla sin
aplicación, en dar sobrada autoridad al nombre de Aristóteles, en recibir sin
examen las doctrinas comunes en las escuelas, no cuidando de inquirir sus
puntos débiles o falsos.
Descartes empezó por dudar, pero continuó
pensando; su método no era puramente negativo; en todas sus obras se halla una
doctrina positiva al lado de la impugnación de la contraria. Esta es una de las
causas de su asombrosa influencia en cambiar la faz de la filosofía; se propuso
edificar sobre las ruinas de lo que había destruido; no se contentó con decir:
«Esto no es verdad»; añadió: «La verdad es ésta.»
El principio
fundamental de Descartes: «Yo pienso, luego soy», nació de su duda; su
proclamación no fue otra cosa que la expresión del punto donde se hallaba
detenido en su tarea destructiva. «Pero desde luego advertí —dice— que mientras
quería pensar que todo era falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese
alguna cosa; y notando que esta verdad: yo pienso, luego soy, era tan firme y
segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces
de conmoverla, juzgué que sin escrúpulo podía recibirla por el primer principio
de filosofía.» (Discurso sobre el método, p. IV.)
HISTORIA DE LA
FILOSOFÍA - HUME
La medida de
todas las cosas es el hombre, él decide lo bueno, lo bello y lo
verdadero; al menos, nada más allá de él mismo se puede asegurar. Naturalmente
su decisión no es consciente ni voluntaria, pues son los mecanismos que,
ocultos y en silencio, trabajan en su psiquismo, los responsables de esta
"creación del mundo". David Hume se propone descubrirlos. El
conocimiento, es conocimiento humano, de un ser más sensible que
racional; sus decisiones morales se hacen desde los sentimientos y
se miden por la felicidad que pueden promover. No sabemos cómo llegar
a lo trascendente, a lo metafísico (Dios, el alma, la Realidad); vivimos
encapsulados en nuestra subjetividad finita y sensorial. Tal es la filosofía de
David Hume, imprescindible para comprender las muy diversas formas de empirismo
contemporáneo, herederas de un modo u otro de la filosofía de Hume (suave y
moderada en su estilo y forma, y radical en su planteamiento y conclusiones).
No hay comentarios:
Publicar un comentario