ARISTÓTELES
Al lado de Platón merece un lugar preferente su insigne discípulo Aristóteles. Nació en Estagira de Tracia, por
los años de 382 antes de la era vulgar. Su nombre va unido al de Alejandro
Magno, de quien fue preceptor. Alejandro solía decir que a su padre le debía el
vivir, y a su maestro el vivir bien.
Aristóteles fue discípulo de Platón por espacio de veinte años, y éste le
distinguía entre los alumnos; conociendo sus grandes talentos, llamábale la
mente, el alma de su escuela. Su ingenio extraordinario no era a propósito para
seguir a ciegas el camino trazado por su maestro; fundó, pues, una nueva
escuela llamada de los peripatéticos, porque tenían la costumbre de enseñar
paseando en un lugar llamado Liceo.
Probablemente
ningún filósofo antiguo ni moderno ha ejercido una influencia igual a la de
Aristóteles, pues que ya desde su tiempo modificó en gran manera el curso de
las ideas, y ha venido conservando su ascendiente hasta nuestros días. Sin
embargo, podemos conjeturar con harto fundamento que si él resucitase para
revisar sus obras se quejaría dé graves variaciones que en ellas se habrán hecho.
La ideología
de Aristóteles se diferencia mucho de
la de Platón. El filósofo de Estagira no admite las ideas innatas, y, por
consiguiente, no explica el conocimiento como una reminiscencia. Asienta el
principio de que todos nuestros conocimientos vienen de las sensaciones: nada
hay en el entendimiento que antes no haya estado en el sentido.
Por medio de
las sensaciones se despierta en el alma una actividad independiente de ellas,
de un orden superior al sensible, la cual eleva los materiales de la sensación
a la esfera intelectual y engendra las ideas. El criterio de la verdad no está
en los sentidos, sino en el entendimiento; las reglas del mundo intelectual no
se confunden con los fenómenos sensibles. Cada sentido, de por sí, presenta el
objeto externo bajo el aspecto correspondiente; pero estos aspectos, a más de
estar limitados a la esfera del sentido que los percibe, son puramente
individuales, y de aquí la necesidad de un receptáculo donde se una y coordine
esta variedad de impresiones. El criterio de la verdad no está en los sentidos,
sino en el entendimiento; las reglas de los fenómenos intelectuales son
diferentes de las que rigen en los sensibles: el sentido percibe lo individual,
el entendimiento lo universal.»
Aristóteles conviene con Platón en distinguir de las sensaciones las ideas, y
en poner en éstas el verdadero objeto del entendimiento; pero no lleva las
cosas hasta el punto de convertir las ideas en seres subsistentes; las mira
como productos de una actividad que obra con sujeción a las leyes del orden
intelectual.
La materia
no es, según Aristóteles, un conjunto
de átomos; la forma no es la disposición de éstos en el espacio; si tal fuera
su teoría se confundiría con la de Demócrito. La materia por sí sola no es
cuerpo, pero es un principio que entra en todos los cuerpos; carece de
actividad, pero en cambio es una potencia universal para recibir todas las
formas. La materia existe, mas no sola, sino en cuanto está unida a la forma
que le da el acto, y junto con ella constituye la naturaleza. La forma es lo
que actúa a la materia, la que uniéndose a ella la hace ser, y ser tal cosa; la
forma no existe separada de la materia; ella en sí no es más que acto de la
materia, de la cual necesita como de un fondo, de un substratum, donde
se asiente y a que comunique su actualidad. Esta es la que se llama forma
sustancial, a diferencia de las accidentales, que consisten en cierta disposición
de las partes o en otras modificaciones que no afectan la íntima naturaleza del
cuerpo.
La tierra, combinada con otros elementos, da una
planta; ésta se transforma en madera; ésta, en carbón; éste, en ascua; ésta, en
ceniza: el fondo común que va pasando sucesivamente por las naturalezas de
tierra, de planta, de carbón, de fuego, de ceniza, es la materia; el acto que
da a esa potencia la naturaleza de las cosas en que se va convirtiendo, es la
forma sustancial. El resultado es el cuerpo. Sin alterarse la naturaleza de la
madera es capaz de recibir la figura de escaño, mesa o silla; puede estar en
quietud o en movimiento, húmeda o seca, caliente o fría; estas modificaciones
se llaman accidentes o formas accidentales, a diferencia de la sustancial, que
lleva consigo una naturaleza nueva
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