Wittgenstein
La filosofía (y
la vida) de Ludwig Wittgenstein es sin duda interesante. En pocos
filósofos podemos ver con tanta fuerza el afán por la sinceridad, la coherencia
vital con la búsqueda de la verdad, por encima de todas las preocupaciones
"mundanas". Wittgenstein arriesgó su vida al entender que la
filosofía nos compromete más allá de las reclamaciones de la vida cotidiana,
social y profesional al uso. Pero todo ello desde una gran paradoja que dio
lugar a un importante malentendido. Aceptó las tesis fundamentales del empirismo
clásico: sólo es posible el conocimiento de lo que se ofrece a la percepción,
de los hechos; el único conocimiento, la única forma legítima de conocimiento
es la que corresponde a las ciencias empíricas, y nada más puede añadir
la filosofía en relación a los hechos del mundo. Sobre este fondo que
recela de la filosofía como discurso, añade Wittgenstein su idea de que los límites
del conocimiento humano tienen que ver, bien con los límites que impone la
lógica (primer Wittgenstein), bien con los del lenguaje corriente (segundo
Wittgenstein). La paradoja y el malentendido sobrevienen cuando afirmamos que
con esto ya se termina todo (así lo creyeron los filósofos neopositivistas,
que intentarán acercar a Wittgenstein a sus tesis). Sin embargo, aquí comienza
lo interesante: para Wittgenstein los hechos de los que nos habla la ciencia,
el único decir con "sentido", se desenvuelven en un escenario del que
también nos podemos y debemos ocupar: la estructura lógica del conjunto de
hechos al que llamamos mundo, el sentido, lo místico; escenario que nos
compromete vitalmente y es irrenunciable. La filosofía nos prepara y predispone
para acogerlo con el silencio, pero no con el silencio del ignorar y
menos aún del negar, sino con el callar consciente y voluntario, cómplice del
misterio en el que ya nos complacemos con la belleza, ya nos sometemos al bien
u "oramos" ante lo sagrado.
NIETZSCHE
Se puede querer la vida, y quererla tanto que te fascine hasta enloquecer.
¿Pero qué vida tenemos y debemos querer? No la "otra vida", sino
ésta, la única que hay, la de la finitud, individualidad, cambio y
contradicción; la vida que, junto con el placer, la plenitud y la salud, acoge
el sufrimiento, la vulgaridad, la monotonía, la enfermedad y la
muerte. Nietzsche, inspirado por la visión dionisíaca griega, quiso esta vida y
la embelleció y dignificó con sus propuestas/invenciones del superhombre, la
voluntad de poder y la incitante hipótesis del eterno retorno. En la médula de
su filosofía, Nietzsche sitúa la vida, y tras enfrentarse a las distintas
formas de platonismo que encuentra en la cultura occidental, hace de lo finito
lo absoluto. A diferencia de otras propuestas (el budismo zen, por ejemplo) que
comparten esta mirada de la realidad (paradójicamente, hacer de lo finito lo
absoluto) y que la transmutan psicológica y existencialmente en dicha y
reconciliación, Nietzsche no lo consiguió, nunca alcanzó la felicidad y siempre
le acompañó el dolor y la soledad; sin embargo, amó la vida.
Manual de Historia de la Filosofía -
Filosofía Contemporánea - Nietzsche - el concepto filosófico de superhombre
Superhombre: Hombre nuevo que
aparece tras la “muerte de Dios”. Nietzsche lo concibe como el individuo fiel a
los valores de la vida, al “sentido de la tierra”.
Nietzsche emplea con frecuencia un tono combativo y un lenguaje retórico
que puede dar lugar a interpretaciones que no son fáciles de aceptar después de
la terrible experiencia de nuestro siglo: sus exabruptos contra los judíos, la
exaltación de “bruto rubio germánico”, y algunos de los calificativos con los
que a veces se refiere a lo que parece considerar el ideal de hombre (crueldad,
brutalidad, falta de compasión, ...) permiten comprender que su filosofía haya
sido utilizada por el nazismo para la defensa de sus tesis racistas. Pero es
posible presentar la idea nietzscheana del superhombre precisamente a partir de
una crítica de su lectura nazi. Las características que Nietzsche atribuye al
superhombre y que pudieron dar pie a esta interpretación son las siguientes:
Nietzsche fue contrario al igualitarismo,
tanto del igualitarismo implícito en el punto de vista cristiano (para éste
todos somos iguales pues somos hermanos al ser hijos de Dios), como al
igualitarismo defendido por el movimiento socialista cada vez más pujante a
partir de la segunda mitad del siglo XIX. Hay hombres inferiores y hombres
superiores, el superhombre pertenece a este segundo grupo; “los débiles y
malogrados deben perecer: artículo primero de nuestro amor a los hombres. Y
además se debe ayudarlos a perecer” (“El anticristo”);
La moral
de la violencia: en muchos textos Nietzsche atribuye al superhombre rasgos para los que los nazis fueron particularmente
competentes: la falta de compasión, la
crueldad, la fuerza, el gusto por la acción, el combate y la guerra, el desprecio
por los débiles; “Debéis buscar vuestro enemigo y hacer vuestra guerra. Debéis
amar la paz como medio para nuevas guerras, y la paz de corta duración más que
la larga. Decís que es la bondad de la causa la que santifica la guerra; yo
digo: es la bondad de la guerra lo que santifica toda causa”. “¿Quién alcanzará
algo grande si no tiene la fuerza y la voluntad de infligir grandes
sufrimientos? Saber sufrir es poco: hay mujeres y esclavos que han destacado
como maestros en este arte. Pero no sucumbir ante los ataques de la angustia
íntima y de la duda turbadora cuando se causa un gran dolor y se oye el grito
de este dolor, esto sí es grande”. “El hombre superior se distingue del
inferior por la intrepidez con que provoca la desgracia”;
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